Muchos libros me han marcado de distintas formas, pero hay algunos que se meten hasta el fondo del corazón a la velocidad de la luz y tocan todos y cada uno de los átomos que componen mi ser. Este es uno de ellos. Lo compré en la estación de Montparnasse, y me absorbió todo el trayecto en tren. Al llegar a Goupillières, lo dejé aparcado para ponerme a trabajar. Lo he terminado mientras esperaba a que se cargara la batería del ordenador. Y tengo el corazón encogido, los ojos llenos de lágrimas por esa historia tan dolorosa, hermosa, esperanzadoramente bella que es la de Scraggly. Supongo que el final me debería hacer feliz, pero me tiene con un nudo en la garganta, el corazón tiritando y los ojos rojos, la vista nublada. Scraggly se ha acomodado en mis entrañas, justo en ese lugar que ocupa desde hace años el Zorro de
El Principito, y me ha llevado a hacer algo que no he hecho nunca: lanzarme como una loca a foros de lectura y a Instagram, poner una foto de mi ejemplar, junto con el hashtag #thedogwhodaredtodream y buscar luego espíritus afines que se hayan sentido tan conmovidos por el libro como yo lo estoy, así como la necesidad imperiosa de escribir esta entrada en un blog que tengo bastante abandonado. Bienvenida, Scraggly.
****SIGUE MÁS ABAJO UN COMENTARIO QUE NO ES SPOILER PERO CASI ****
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Habría deseado otro final, pero creo que este es, en vista de mis angustias existenciales, el mejor de todos.