Pues sí, últimamente abro el Facebook con verdadero terror y, si a veces no veo lo que escribe otra gente, es porque me voy directamente a mi página personal o a la de algun@ de mis amig@s para escribirle alguien y así evitar ver lo que otr@s han escrito. Este miedo me lo produce el encontrarme de sopetón con la cantidad de noticias sobre abandono o maltrato de animales, niñ@s, ancian@s, mujeres... en fin, los que se encuentran en una posición de debilidad frente a esta fuerza bruta que se impone en la sociedad.
Hoy me enterado de que en Brasil una mujer ha apaleado hasta la muerte a un Yorkshire delante de un niño de tres años. No he querido ver las imágenes pero no me ha hecho falta imaginarme el miedo que ha debido pasar el pobre animal hasta que ha expirado. La primera reacción ante una noticia de estas características es de una angustia y un dolor indescriptibles. Siempre tengo a algun@ de mis compañerill@s al lado así que me abrazó a él o a ella y comparto mis lágrimas. Ahora le ha tocado a Michi, que estaba durmiendo en una silla junto a la mía. "¿Por qué, por qué, por qué? ¿Qué le pasa a este mundo? ¿Qué nos está pasando?", es lo único que acertaba a preguntarle en medio del llanto.
Recuerdo que, cuando explotaron las bombas en Madrid el 11-M miré a mis gat@s y me avergoncé de ser humana. En serio, la especie humana, así, en su conjunto, me da verdadero asco. Independientemente de que a nivel individual encuentre cada día grandísimas personas, historias de solidaridad y de entrega; a pesar de que esté convencida de que hay más personas buenas que malas (perdonadme la simplificación), hay tanta indiferencia y tanta banalidad del mal, que, sí, el género homo sapiens me da asco.
Después de la pena viene la indignación y los peores deseos para el/la maltratador/a en cuestión. Ni os imagináis lo que puedo soltar en unos segundos por esta boquita. Ese arranque de ira, sin embargo, dura poco, porque mis pensamientos y mis sentimientos siempre se quedan con quien ha sufrido. Pienso en la cantidad de mujeres que han muerto a manos de alguien a quien en algún momento quisieron, en los ancianos maltratados por sus hij@s o por quienes están a cargo de su cuidado, en l@s hij@s maltratad@s por sus padres o madres, en los animales no-humanos maltratados por sus compañer@s human@s, en los toros que mueren en las plazas a manos de un mal nacido vestido de pseudo-bailarina y rodeado de una jauría humana que se consideran "cultos". Y sufro más por su dolor que por su muerte. La muerte ha de llegarnos a todos, más tarde o más temprano, pero me angustia el que a muchos les llegue antes de poder tener una vida completa y, sobre todo, me tortura el pensar en quienes dejan este mundo entre miedo y dolor. Entonces, me obligo a pensar que, si bien sufrieron, ya no lo hacen. Su sufrimiento se quedó aquí y quiero pensar que si, efectivamente, existe una continuidad de la vida, conciencia, espíritu (llámesele como se quiera), de la forma que sea, el peor castigo que puede recibir el/la maltratador/a-asesin@ es encontrarse con ese perr@/gat@/hij@/padre/madre/marido/novio/amante... y que su víctima ni siquiera lo reconozca y que prefiera quedarse al lado de quienes compartieron su dolor, incluso sin haber llegado a conocerl@s.
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