viernes, 12 de agosto de 2016

Princesse, mi Pinche, Pinchelinda, Pinchelora


Mirando por la ventana el día que llegó Portos
Estoy rota, traspasada de dolor, pero no quiero que termine el día sin escribir una entrada a Princesse, la compañera de Matthias desde hace más de 14 años y la mía desde hace 13. Hoy ha sido el día tan temido. El día al que me asomaba desde que empezó a flaquear hace casi un mes y que, con ese simple asomo, hacía que me ahogara y que no pudiera imaginarme la vida sin ella. En estos días en que me he despedido, me he vuelto a alegrar con su recuperación, a venirme abajo cuando flojeaba otra vez no sé cuántas veces me he dicho que no me hace ilusión vivir,  que vivir supone acumular despedidas y sufrimiento. No es la primera vez que lo siento, amar significa dejar el corazón abierto para el dolor. Pero también para las alegrías. Y, como siempre, me viene a la mente la cita de Shadowlands: "The pain now is part of the happiness then. That's the deal". Y lo pensaba cuando estaba con ella, agarrándole la mano, cubriéndola de besos, dándole de comer y de beber, cantándole, contándole cosas y dándole las gracias por existir y por estar en mi vida. El dolor ahora es horrible; veo su ausencia por todas partes y sé que siempre la veré. Pero no quiero que el dolor borre lo que hemos compartido juntas, ni que me oscurezca el amor tan grande que le tengo a todas/os y cada una/o de quienes ya no están aquí físicamente. Ahora tengo grabados a fuego esos últimos momentos, pero también estas noches en las que he estado durmiendo con ella, cuando ha estado en el sofá conmigo viendo Grantchester, o ayer que nos zampamos dos pelis de Star Trek. Me quedo con el susto tan grande - que afortunadamente se quedó en eso - que me pegó cuando huyendo de otro perro se cayó de espaldas y se refugió conmigo; me quedo con esos ojos que miraban fijamente al trozo de comida que tuviéramos en la mano y esa boca que empezaba a babear; me quedo con ese gruñido que pegaba cuando dejabas de acariciarla y quería más; me quedo con esa cabeza colgando del sofá cuando estaba fritica, con esos arañazos en la puerta para entrar cuando tiraban petardos, con esas carreras para entrar a casa por la noche, con esos pasos subiendo la escalera que se paraban automáticamente si Michi estaba en el camino, con ese cuerpo en la cama que me ha acompañado tantas veces cuando Matthias estaba fuera (he llegado a dormir con Michi, Mani y Princesse; con Portos, imposible) y también cuando Matthias estaba aquí. La de veces que se ha acomodado a su lado antes de que yo llegara; la de veces que se ha acurrucado junto a mis piernas.


La Nati Abascal canina (según Carmen Aguilera). Más quisiera Nati Abascal ¿no, armen?


Me quedo también con esos pasitos lentos que daba en los últimos días, con la alegría cuando se levantaba sola, pero también con el dolor que me producía ver que no se podía levantar. Me quedo con esos ojos que buscaban a Matthias, con esa devoción. Me quedo con todo, porque todo esto y mucho más es lo que da forma a mi relación con Princesse. Me quedo con el amor, con mucho amor. Sé que ha recibido mucho y espero que sepa lo mucho que he recibido yo de ella. Lo mucho que sé que voy a seguir recibiendo, porque la voy a querer siempre. Le ha dado a mi vida un color aPrincesado y ese color no se va a ir nunca, aunque ahora esté rabiando de dolor.

Vagueando en su sillón preferido, antes de que lo fuera el sofá
Me quedo contigo, Princesse. Corre como tú sabes, encuentra a quienes te estaban esperando y espéranos. Si no es mucho pedir, hazte sentir.
Te quiero, mi Pinchelinda.

11 comentarios:

  1. Para esa perrilla que ya corretea por el cielo de los perros, porque tiene que haber uno.

    "Un perro ha muerto"


    Lo enterré en el jardín
    junto a una vieja máquina oxidada.

    Allí, no más abajo,
    ni más arriba,
    se juntará conmigo alguna vez.
    Ahora él ya se fue con su pelaje,
    su mala educación, su nariz fría.
    Y yo, materialista que no cree
    en el celeste cielo prometido
    para ningún humano,
    para este perro o para todo perro
    creo en el cielo, sí, creo en el cielo
    donde yo no entraré, pero él me espera
    ondulando su cola de abanico
    para que yo al llegar tenga amistades.

    Ay no diré la tristeza en la tierra
    de no tenerlo más por compañero
    que para mí jamás fue un servidor.
    Tuvo hacia mí la amistad de un erizo
    que conserva su soberanía,
    la amistad de una estrella independiente
    sin más intimidad que la precisa,
    sin exageraciones:
    no se trepaba sobre mi vestuario
    llenándome de pelos o de sarna,
    no se frotaba contra mi rodilla
    como otros perros obsesos sexuales.
    No, mi perro me miraba
    dándome la atención que necesito,
    la atención necesaria
    para hacer comprender al vanidoso
    que siendo perro él,
    con esos ojos, más puros que los míos,
    perdía el tiempo, pero me miraba
    con la mirada que me reservó
    toda su dulce, su peluda vida,
    su silenciosa vida,
    cerca de mí, sin molestarme nunca,
    y sin pedirme nada.

    Ay cuántas veces quise tener cola
    andando junto a él por las orillas
    del mar, en el invierno de Isla Negra,
    en la gran soledad: arriba el aire
    traspasado de pájaros glaciales
    y mi perro brincando, hirsuto, lleno
    de voltaje marino en movimiento:
    mi perro vagabundo y olfatorio
    enarbolando su cola dorada
    frente al Océano y su espuma.

    Alegre, alegre, alegre
    como los perros saben ser felices,
    sin nada más, con el absolutismo
    de la naturaleza descarada.
    No hay adiós a mi perro que se ha muerto.
    Y no hay ni hubo mentira entre nosotros.

    Ya se fue y lo enterré, y eso era todo.


    Pablo Neruda.


    No encuentro mejor poema que hable sobre la amistad entre un perro y un humano. De mis favoritos. Un abrazo, querida Marga, desde Yanquilandia.

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    1. Gracias, Raúl. Bellísimo y dolorosísimo poema que nunca he podido leer sin lágrimas. Imagínate las que caen ahora. Pero yo atesoro los pelos de mi Princesse y no puedo decir "eso era todo" porque espero que no lo sea. Y espero de verdad que nos volvamos a encontrar, que se haya reunido ya con todos los que la estaba esperando y que nos espere ahora a nosotros, sin alejarse demasiado. Pero eso ofrece poco consuelo para el dolor de ahora. La echo de menos a rabiar.

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  2. Pasan unos niños con un perro, Princesse, y oigo ladrar a Mani y a Portos. Me falta tu ladrido, aunque ya últimamente estabas más tranquila. Recuerdo que el viernes 22 de julio, cuando pensaba que el día de la despedida había llegado, te levantaste inesperadamente para ladrar a alguien que pasaba. Genio y figura, me dije. Me falta un ladrido; me falta tu ladrido.

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  3. Y llega Matthias en el coche, y mi instinto es asomarme a la ventana para verte bajar tras estos días de visita al veterinario.

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  4. Sé que esto es torturarme, lo sé. Pero en estos momentos, hace 48 horas, estaba pasando. Ese era mi "aquí y ahora". Te decía estoy contigo, aquí y ahora. Mi aquí y ahora está inmensamente más vacío.

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  5. Una luna, un cliclo. Pero de eso el corazón no entiende: sigue amando y sigue echando de menos. <3 <3 <3 Princesse.

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  6. Un mes, justo a estas horas, Princesse. Un mes. Uf la ausencia :________(

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  7. Un año, cariño mío. Hace un año, a estas horas, todavía te tomaba de la mano.

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