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Mirando por la ventana el día que llegó Portos |
Estoy rota, traspasada de dolor, pero no quiero que termine el día sin escribir una entrada a Princesse, la compañera de Matthias desde hace más de 14 años y la mía desde hace 13. Hoy ha sido el día tan temido. El día al que me asomaba desde que empezó a flaquear hace casi un mes y que, con ese simple asomo, hacía que me ahogara y que no pudiera imaginarme la vida sin ella. En estos días en que me he despedido, me he vuelto a alegrar con su recuperación, a venirme abajo cuando flojeaba otra vez no sé cuántas veces me he dicho que no me hace ilusión vivir, que vivir supone acumular despedidas y sufrimiento. No es la primera vez que lo siento, amar significa dejar el corazón abierto para el dolor. Pero también para las alegrías. Y, como siempre, me viene a la mente la cita de
Shadowlands: "The pain now is part of the happiness then. That's the deal". Y lo pensaba cuando estaba con ella, agarrándole la mano, cubriéndola de besos, dándole de comer y de beber, cantándole, contándole cosas y dándole las gracias por existir y por estar en mi vida. El dolor ahora es horrible; veo su ausencia por todas partes y sé que siempre la veré. Pero no quiero que el dolor borre lo que hemos compartido juntas, ni que me oscurezca el amor tan grande que le tengo a todas/os y cada una/o de quienes ya no están aquí físicamente. Ahora tengo grabados a fuego esos últimos momentos, pero también estas noches en las que he estado durmiendo con ella, cuando ha estado en el sofá conmigo viendo Grantchester, o ayer que nos zampamos dos pelis de Star Trek. Me quedo con el susto tan grande - que afortunadamente se quedó en eso - que me pegó cuando huyendo de otro perro se cayó de espaldas y se refugió conmigo; me quedo con esos ojos que miraban fijamente al trozo de comida que tuviéramos en la mano y esa boca que empezaba a babear; me quedo con ese gruñido que pegaba cuando dejabas de acariciarla y quería más; me quedo con esa cabeza colgando del sofá cuando estaba fritica, con esos arañazos en la puerta para entrar cuando tiraban petardos, con esas carreras para entrar a casa por la noche, con esos pasos subiendo la escalera que se paraban automáticamente si Michi estaba en el camino, con ese cuerpo en la cama que me ha acompañado tantas veces cuando Matthias estaba fuera (he llegado a dormir con Michi, Mani y Princesse; con Portos, imposible) y también cuando Matthias estaba aquí. La de veces que se ha acomodado a su lado antes de que yo llegara; la de veces que se ha acurrucado junto a mis piernas.
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La Nati Abascal canina (según Carmen Aguilera). Más quisiera Nati Abascal ¿no, armen? |
Me quedo también con esos pasitos lentos que daba en los últimos días, con la alegría cuando se levantaba sola, pero también con el dolor que me producía ver que no se podía levantar. Me quedo con esos ojos que buscaban a Matthias, con esa devoción. Me quedo con todo, porque todo esto y mucho más es lo que da forma a mi relación con Princesse. Me quedo con el amor, con mucho amor. Sé que ha recibido mucho y espero que sepa lo mucho que he recibido yo de ella. Lo mucho que sé que voy a seguir recibiendo, porque la voy a querer siempre. Le ha dado a mi vida un color aPrincesado y ese color no se va a ir nunca, aunque ahora esté rabiando de dolor.
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Vagueando en su sillón preferido, antes de que lo fuera el sofá |
Me quedo contigo, Princesse. Corre como tú sabes, encuentra a quienes te estaban esperando y espéranos. Si no es mucho pedir, hazte sentir.
Te quiero, mi Pinchelinda.