Resulta inevitable hacer balance cuando se acaba un año y llenarnos de propósitos para el nuevo. No sé a vosotr@s pero a mí me da siempre pena despedir un año, independientemente de la ilusión que me produce darle la bienvenida al nuevo. Es más, he de confesar que me da miedo hacer balance y ver que el año que se va se ha portado bien conmigo. En esas me encontraba, horas antes de que terminara 2011, cuando recibí la noticia de que mi primo Antonio - Antoñito, a pesar de los años - se había dejado la vida en la carretera, transformando por completo el sentimiento con el que miraba entonces al año que se marchaba. Ahora me encuentro, a pocas horas de que termine 2012, con los mismos miedos.
No quiero, sin embargo, que los miedos puñeteros embarguen el agradecimiento a este año. Aquí seguimos, sanos y salvos, con la familia creciendo - Portos, Caracoli y mi nueva sobrina Cristina - y los demás un año más viejos pero juntos. También están presentes los que se fueron - ¿quién dijo que las ausencias lo son realmente? - si bien es cierto que duele el no poder establecer contacto físico. Conforme pienso esto la sombra puñetera de cada año me tortura con un "¿cuántos años más todos juntos?" y, por un momento, me ofrece, como a Scrooge, una vista de un futuro con ausencias. Hoy, sin embargo, lejos de dejar que me atormente, le hago cara y me enfrento a su afán por ensombrecerme (claro, esa es la función de una sombra ¿no?). No lo sé, ¿cómo lo voy a saber? ¿quién lo puede saber? Eso es también lo que aprendió Scrooge. Espero que estemos todos juntos muchos años más, pero la verdad es que nadie sabe cuánto tiempo le queda por delante. Lo único que sé es que ahora estamos aquí y eso me hace dar las gracias a 2012, a las 17:20. Tengo muchas cosas por las que darle las gracias y así lo hago. También tengo muchas esperanzas para 2013 y muchos deseos de que el mundo sea un lugar mejor y más justo para todos, todos, todos sus habitantes: humanos y no humanos, vivos e inertes. Ojalá 2013 traiga una disminución del sufrimiento. No está en nuestras manos erradicarlo por completo, pero sí colaborar a que sean muchos menos los seres vivos que sufren. Disculpad pero quisiera terminar el año haciendo apología del vegetarianismo. A caballo entre el vegetarianismo y el veganismo, deseo que quien no pueda pegar el salto, al menos considere disminuir el consumo de animales en 2013. Hay mil razones para ello pero, la más importante, la de vidas que continuarán existiendo. ¡FELIZ 2013!
lunes, 31 de diciembre de 2012
martes, 25 de diciembre de 2012
¡FELIZ NAVIDAD!
¡Feliz Navidad! - Bo Nadal - Bon Nadal - Zorionak - Natale hilare - Boas Festas - God Jul - Merry Christmas - Buon Natale - Joyeux Noël - Fröhliche Weihnachten - Nollaig Shone Dhuit - Gaja Dristnaskon - Miau miau - Guau guau - Pio pio - ... ...
Que todos los buenos deseos que compartimos en estas fechas no se queden en palabras, que nos acompañen todo el año y seamos parte activa en que se materialicen. No cuesta tanto y es mucho lo que se consigue. Entre tod@s podemos contribuir a dejar el mundo algo mejor de lo que estaba cuando llegamos. No dejemos que la inercia nos lleve a hacer lo contrario. Os dejo con un vídeo que me llegó el otro día y que no me canso de reenviar. Debería ser así de fácil. De hecho, creo que, en realidad, ES así de fácil. Otra cosa es que nos empeñemos en verlo o hacerlo todo más complicado de lo que es. Simplify!!!
¡FELIZ NAVIDAD!
sábado, 22 de diciembre de 2012
Gracias
A la vida, a todas y a todos por tantas, tantas, tantas cosas. No doy nombres porque son muchas las personas humanas y no humanas, los acontecimientos, las cosas y las causas por las que estoy agradecida, que llenaría este blog. Se me ocurre expresar mi agradecimiento hoy, este 22 de diciembre, con la Navidad a la vuelta de la esquina, otro año en su recta final y un nuevo B'aktun recién estrenado; hoy, precisamente, que no me ha tocado ni un céntimo en la lotería (yo, que no suelo comprar, este año he comprado un décimo) pero es que la lotería me toca cada vez que pienso en lo feliz que me hacen quienes me rodean. No lo cambio por nada. Gracias, gracias, gracias.
domingo, 2 de diciembre de 2012
viernes, 30 de noviembre de 2012
Implacable November weather
Otro mes que termina hoy. Un mes entero que separa la única entrada del mes de octubre de la única del mes de noviembre. El título de esta entrada no sólo hace referencia al primer capítulo de Bleak House, obra a la que dedico una entrada en mi otro blog (Happy Bicentenary Mr Dickens), tras un regalo muy especial de mi querido amigo Mauricio, sino al tiempo atmosférico (y también cronológico) que nos ha traído este mes de noviembre. Empezó con lluvias torrenciales y está terminando con una ola de frío. Ha traído muchísimo, muchísimo trabajo: correcciones de redacciones, correcciones de exámenes, reuniones de departamento, dos consejos de departamento, más reuniones y más correcciones que apenas me han dejado tiempo para dedicarle a un artículo que tengo que terminar de escribir sobre Mary Wollstonecraft. Noviembre ha estado lleno de eventos y eso hace que, si bien al mirar atrás parezca que se ha pasado volando, cuando observo los días, se me antoja un mes eterno. Uno de los meses del año que más me gustan, por otra parte: mis -bres. Trajo un viaje a Madrid, para ver exposiciones y teatros; trajo un nuevo espectáculo de El Brujo (Mujeres de Shakespeare), al que llegamos por los pelos, después de estar casi 7 horas en el autobús de Madrid al estar la autovía cortada por la lluvia. Ha traído, también, el final de la quinta temporada de True Blood y el principio de la segunda de Once Upon a Time. Esta última, entre tanto trabajo, se me ha pasado por completo. A ver si consigo ponerme al día (veré también si merece la pena...).
El temporal de lluvias torrenciales ha tirado varios árboles, uno de ellos justo al lado de mi casa. El día 9 de noviembre me encontré un árbol atravesado en la acera que lleva a mi calle. Al parecer, hacía poco que se había caído. Era una imagen bellísima y tristísima, al mismo tiempo, porque el árbol estaba perfectamente sano, pero había llovido tanto que había perdido sujeción al suelo, las raíces no debían ser lo suficientemente profundas para su imponente altura, y acabó soltándose. Sabiendo que su destino no iba a ser el trasplante a otro lugar, subí corriendo a casa, cogí la cámara y tomé un montón de fotografías. No podía despegarme del árbol, sentía la necesidad de observar cada rincón, de meterme entre las ramas que conformaban su copa, ahora que estaba en el suelo; tenía que despedirme de él. Y en mitad de la despedida, en una de las gruesas ramas encontré un diminuto caracol, una vida pequeñita que ahora vive conmigo y que, seguramente, habría corrido el mismo destino del árbol. Efectivamente, al poco de subir a casa, ya oí la sierra mecánica. Me asomé a la terraza pero no quise mirar más. Ahora sólo está el pie del tronco mutilado; un recuerdo del magnífico árbol que ya no está.
También ha traído noviembre una compañerilla gatuna algo esquiva. Creo que cuando la vi por primera vez era todavía octubre, pero se mezclan ya las fechas en mi cabeza así que no puedo estar segura de la fecha del primer encuentro, aunque sí recuerdo cómo fue. De vez en cuando, se refugia en un jardincillo que hay en mi bloque una gata negra que ya se me ha pasado por la cabeza adoptar, pero que creo que prefiere ser un espíritu libre. Al principio me rehuía y sólo se acercaba cuando le ponía comida. La veía un par de días seguidos y luego desaparecía para volver a aparecer al cabo de otros dos días, en una ocasión, acompañada de otro compi. Llevo siempre en el bolso una latilla de comida para gatos por si la encuentro, no sea que mientras que subo a casa decida marcharse. Hacía ya algo más de una semana que no la veía pero el martes por la noche, cuando empezó a apretar el frío, pensé que la encontraría al llegar a casa. Y allí estaba, esperando su ración. También estaba el miércoles por la mañana y ayer jueves, también por la mañana (fue entonces cuando me di cuenta de que era una gata, porque me dejó que la cogiera en brazos después de que saliera a saludarme y a restregarme la cabecita) pero ni ayer por la noche ni esta mañana la he visto. Por eso pienso que es un espíritu libre, que viene de vez en cuando a buscar calor y comida, para seguir con su vida. Eso sí, sé que si la veo en apuros, pasará a ser un miembro de la familia. En cierto modo, ya lo es, sólo que es un pelín nómada.
Y mañana, empieza el último "-bre" del año (lo siento, Febrero no cuenta). Y ya huele a Navidad, y mañana toca empezar a decorar la casa y hará un año que empecé a escribir este blog.
(No he tenido tiempo de subir todas las fotos que he hecho y que quiero que ilustren esta entrada en el blog; cuando lo haga, podréis conocer a los tres protagonistas de esta historia: el árbol, el caracol y la gata).
P.D. Hoy, 7 de enero, cumplo lo prometido. Aquí van las fotos del árbol caído y de Caracoli (sí, ya sé que no me he quebrado buscándole el nombre, pero es que es muuuuuuy pequeñín).
miércoles, 31 de octubre de 2012
Balance de octubre

En fin, Samhein blessings to all of you. Mañana será otro mes.

jueves, 13 de septiembre de 2012
Homenaje a Volante
Esta belleza es Volante. Me resisto a utilizar el pasado para referirme a él, aunque lo mataron el 11 de septiembre, dentro del sanguinario festejo del Toro de la Vega, en la localidad vallisoletana de Tordesillas (a.k.a. "Mierdecillas"). Y me resisto a hablar de él en pasado porque sigue vivo en el corazón de todos los que nos oponemos a esta barbarie, que consiste en soltar un toro, perseguirlo por hordas de tíos-mierda a caballo que lo lancean hasta matarlo. Y, como cada año, las protestas de los defensores de los animales no han servido para nada. Al contrario, nos insultan y, como mínimo, nos espetan que hay cosas más importantes que preocuparse que la vida (yo, insisto, el sufrimiento) de un animal.
Preocuparse, indignarse y luchar por erradicar el sufrimiento gratuito debe de ser siempre una prioridad, independientemente de la especie afectada. Para mí vale muchísimo más la vida de un animal que la del humano que lo maltrata. Por eso, si ayer, alguno de estos mal nacidos se hubiese partido la cabeza al caerse del caballo, o se hubiese atravesado con la lanza que portaba, yo no habría derramado las lágrimas que derramé ayer por Volante. Si un accidente de esa envergadura hubiese servido para salvar la vida de Volante, lo habría dado por bien empleado. Una parte de mí me dice que no debo desearle el mal a nadie, quizá por un miedo supersticioso a que ese deseo se vuelva contra mí, pero cada vez que veo la foto de Volante, esa parte se calla y sueña con una especie de justicia poética. Me avergüenzo de la especie a la que pertenezco. Me da asco vivir en un país que declara esta salvajada es un bien de interés cultural.
Descansa en Paz, Volante. Muérete de vergüenza y de asco, Sergio Sacristán Cantalapiedra, el cazurro que lo asesinó. Perdona, Volante, por no haber podido hacer nada más que pedir un milagro.
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